martes, 7 de julio de 2009

Otra reforma a medias

La propuesta que se llevará al Congreso para financiar la seguridad aplaza otra vez la salida al lío fiscal del país.

Finalmente, después de muchas especulaciones y comentarios, el Gobierno divulgó los lineamientos de la propuesta de reforma fiscal que presentará al Congreso el próximo 20 de julio con el fin de obtener más ingresos para financiar la seguridad democrática.

Primero se propone recortar algunos beneficios tributarios relacionados con la reinversión de utilidades y el descuento por inversión en activos fijos productivos. Y segundo, se espera modificar el impuesto al patrimonio para que su cobro no termine en 2011 y cubra patrimonios desde dos mil millones de pesos “sin volver a este tributo permanente”.

Desde hace ya una década, es claro que las finanzas del Gobierno Central requieren un cambio trascendental.

Si bien no estamos al borde de una ‘hecatombe fiscal’, desde 1996 es claro que los impuestos no alcanzan para pagar los gastos. Este es un problema estructural de nuestra economía y no se debe a la caída en el crecimiento de la actividad económica. Sin embargo, las soluciones de los gobiernos de turno a este problema han sido por retazos y no se ha propuesto una solución de fondo, por falta de voluntad política.

Para resolverlo se ha intentado aumentar los ingresos creando tributos ‘transitorios’, como el ‘dos por mil’ en el Gobierno Pastrana, o el impuesto al patrimonio, en el primer mandato de Uribe. Y finalmente, esos remedios transitorios que se diseñan para emergencias terminan siendo necesarios para mantener año tras año la estructura de ingresos del Gobierno, y se convierten en permanentes.

Los impuestos tienen normalmente cuatro objetivos. El primero es reunir los recursos que requiere el Gobierno para su funcionamiento. El segundo es cambiar la distribución del ingreso, ojalá de tal manera que los que reciben más ingresos paguen más impuestos, y financien la provisión de servicios que los ciudadanos de bajos ingresos no pueden tener sin la ayuda del Estado. El tercer objetivo es hacer pagar, total o parcialmente, a alguien por los beneficios que está recibiendo de la acción del Gobierno. Y el último es cambiar el comportamiento de los ciudadanos u organizaciones; un ejemplo de esto es cobrar menos impuestos a quienes invierten en Colombia.

Naturalmente, en muchas ocasiones estos objetivos chocan entre sí. Por ejemplo, al permitir a los empresarios que se establezcan en zonas francas, se ponen en tensión dos objetivos: recaudar más ingresos y cambiar el comportamiento de las firmas para que inviertan más. Así, un sistema de tributos tiene que estar pensado de manera integral para que las tensiones entre estos cuatro objetivos no terminen abriendo un gran hueco fiscal o brindando incentivos errados al sector privado.

Desafortunadamente en nuestro país hace muchos años no se realiza una reforma tributaria integral. Sólo se hacen pequeños cambios para cumplir con el objetivo de recaudar más. Pero el problema de agregar tributo tras tributo y modificar los ya existentes por pedazos, es que la estructura de impuestos termina siendo una colcha de retazos, como la que tenemos hoy. Y al tratarnos de cubrir la cabeza con esa colcha, nos descobijamos los pies. ¿Hasta cuándo le seguiremos haciendo remiendos? La propuesta del Gobierno no soluciona el problema de fondo y lo único que hace es taparse la cabeza. ¿Será posible tener una verdadera reforma tributaria en año electoral?

(ESTE ARTÍCULO DE OPINIÓN FUE PUBLICADO EN EL DIARIO EL PAÍS DE CALI EL 7 JULIO DE 2009)

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