viernes, 21 de octubre de 2016
A votar a "pupitrazo"
El tan esperado proyecto de Ley de reforma tributaria radicado ayer en el Congreso de la República tiene 183 páginas. Si bien es claro que la reforma tributaria no tiene el carácter de revolcón estructural que se esperaba tras el informe de la comisión de Comisión de Expertos para la reforma tributaria, esta reforma si incluye temas que merecen una gran discusión en toda la sociedad y en especial en el mismo Congreso. Las 183 páginas necesitan para su lectura crítica implica una sentada larga que no se hace a la ligera, aún es muy temprano para emitir un concepto integral sobre toda la reforma.
Pero de una primer análisis quedan claras varias cosas. Primero, el mensaje de urgencia y la misma urgencia de aprobar la reforma este año implicará que la reforma o partes de ella inevitablemente tendrá que ser votas de afán. O que la misma reforma será aprobada a “pupitrazo”. El estudio y la discusión seria y meticulosa de esta reforma no se podrá dar en el detalle que se necesita. El tiempo no da espacio. Como el estudiante malo, la tarea se está haciendo al final; sin tiempo para la reflexión. Y como decía mi abuela: de las carreras solo queda el cansancio.
Otra cosa que queda clara es que existen varias discusiones interesantes que sobrepasan la misma reforma tributaria. Por ejemplo, el nuevo impuesto al consumo de bebidas azucaradas. La discusión de emplear impuestos aislados como el de las bebidas para combatir un problema de salud pública es un cambio trascendental en la política de salud pública en Colombia. Esto merece una discusión más grande, la necesidad de tener una política pública de salud integral es necesario. Por ejemplo, no es claro si este impuesto es para generar hábitos saludables en los colombianos, porque no se generan también fuertes impuestos a los fritos, a la llamada comida chatarra, a las grasas trans, etc. Esta aproximación parece parcial y no parte de una política pública integral. Otros dos ejemplos de discusiones igualmente grande e importante es el aumento al impuesto al consumo de los cigarrillos o el aumento en los impuestos al consumo de combustibles fósiles (ahora nuevo impuesto nacional al carbono). Estos dos temas son también grandes y ameritan discusiones grandes, como se hace en la mayoría de los países.
Por otro lado, también queda claro que buena parte de los nuevos ingresos serán generados por medio de impuestos indirectos como el IVA o impuestos al consumo. Este aumento se generará aumentando la tasa de los artículos que pagaban IVA de 16% al 19% e incluyendo nuevos productos que pagarán IVA. Por ejemplo, los periódicos. Los impuestos indirectos son impuestos que todos pagamos por el consumo de bienes y servicios, independientemente de si ganamos mucho o poco. Es claro y se encuentra muy documentado en la literatura que estos impuestos son regresivos. En otras palabras son impuestos que terminan pagando más proporcionalmente los ciudadanos de ingresos bajos. Para decirlo de una manera más coloquial, los colombianos de menores ingresos terminarán destinando una mayor proporción de sus ingresos a pagar IVA que los colombianos de ingresos altos. Esto merece una gran discusión. Una forma de revertir este efecto perverso de los impuestos indirectos es construir un mecanismo de devolución de los pagado por IVA a los ciudadanos de ingresos bajos. Pero esto implicaría una reforma estructural. Esto no está en la reforma y claramente no existirá espacio para discutirlo.
Esperemos que exista un poco de tiempo para discutir estos y otros temas como el carácter permanente que instaura esta reforma al gravamen a los movimientos financieros (4Xmil). Ante la regulación actual se esperaba desmontar gradualmente el 4Xmil empezando en el 2019 para que en 2022 ya no existiese este impuesto anti técnico. Ahora, la propuesta de la reforma tributaria es mantener el 4x1000 para siempre. Pero el listado de temas para discutir es grande: el mono-gravamen para tenderos, la cárcel para los evasores, el nuevo IVA a la venta de apartamentos, …. Bueno de pronto es mejor que la reforma no hubiese sido estructural, pues con el escaso tiempo que existe para discutir mejor no tener un revolcón en la estructura tributaria aprobada a “pupitrazo”.
(Una versión más corta de esta columna de opinión fue publicada en el diario el País de Cali el 21 de octubre de 2016)
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miércoles, 19 de octubre de 2016
Reforma tributaria estructural: Tarea pendiente
Si bien la incertidumbre en torno a cómo serán los detalles de la reforma tributaria que presentará el Gobierno al Congreso aún es grande, existen aspectos que están claros. Primero, es claro que los ingresos del gobierno no alcanzan para pagar los gastos. Y esto lo sabemos desde ya hace más de dos años. A mediados de 2013 los precios del petróleo cayeron drásticamente por razones estructurales y esto implicó una caída en los ingresos del gobierno colombiano. Hoy el gobierno nacional está recibiendo casi 23 billones de pesos menos por año por el petróleo. Pero los gastos no solo se mantienen como hace dos años, sino que han venido creciendo. No obstante el recaudo de impuestos creció a pesar de la desaceleración económica, el ritmo del crecimiento del gasto no para y el hueco fiscal empieza a preocupar. Más que la magnitud actual del déficit (diferencia entre los gastos y los ingresos), lo que preocupa es la tendencia creciente del déficit. Así, ya hace por lo menos año y medio era evidente que se necesitaría una reforma tributaria para mejorar los ingresos.
Otro hecho evidente es que la reforma tributaria de 2014 (Ley 1607 de 2014), que entró en vigencia en 2015, implicó una sobrecarga tributaria para el aparato productivo colombiano. Esta reforma terminó por constituir una carga de impuestos relativamente grande sobre las empresas colombianas. Quitándole competitividad al país al comparar los impuesto con otros países de la región. Así, es claro que la nueva reforma no puede tener como objetivo extraer más recursos del aparato productivo. Es más, es claro que se debería reducir los impuestos a las empresas para que estas puedan seguir produciendo nuevos empleos y retomen su competitividad a nivel internacional.
Finalmente, también es evidente que el estatuto tributario Colombiano contiene impuestos que son antitécnicos. Es decir, que desde el punto de vista económico generan más perjuicios para la sociedad que los beneficios que se pueden derivar del uso de los impuestos recaudados. Esos impuesto que fueron creados como temporales son el impuesto sobre las transacciones financieras (hoy 4x1000) y el impuesto al patrimonio (hoy llamado impuesto a la riqueza). El 4x1000 genera una barrera a la bancarización y un incentivo a emplear el efectivo. Contrario a todas las tendencias mundiales y a las necesidades de formalizar a la economía. Y el impuesto a la riqueza genera un desincentivo al ahorro de los hogares y a las inversiones productivas de las empresas. Pues se penaliza la acumulación de activos. Pero si bien son antitécnicos estos impuestos, ellos generan una cantidad alta de ingresos para el gobierno. Es decir, es evidente que estos impuestos deben quitarse, pero en época de estrechez de recursos la pregunta siempre es: ¿cómo se remplazarán esos ingresos?
Por lo tanto, era evidente desde hace rato que se requería una reforma tributaria estructural y que no solo fuese un parche que buscase generar más ingresos. Pues las últimas reformas tributarias lo que han hecho es tratar de tapar un hueco de ingresos haciendo remiendos y creando impuestos transitorios que terminan siendo permanentes.
Hoy tenemos claro que la reforma tributaria se debió presentar a más tardar a principios de esta año. Todos los insumos estaban listos la Comisión de Expertos para la reforma tributaria nombrada por el gobierno entregó su informe final a finales de 2015 y el panorama fiscal era clarísimo. Las mayoría políticas estaban en el congreso. No obstante por un cálculo político se decidió no presentar al Congreso el proyecto de reforma hasta que no pasará por las urnas el plebiscito. El cálculo político claramente salió mal.
El No al plebiscito generó otro tipo de ambiente político en el Congreso para la aprobación de la reforma tributaria prometida por el Gobierno. Ese clima político adverso ha llevado al Ministerio de Hacienda a barajar de nuevo su reforma. Ya la reforma no será estructural, el capital político necesario para una reforma estructural no existe. De esta manera, la reforma tributaria que veremos la próxima semana no tendrá un carácter estructural sino que responderá a la necesidad de generar ingresos. Y es claro que los ingresos nuevos saldrán de los hogares y que la carga impositiva a las empresas caerá un poco. El afán de conseguir los recursos necesarios para tapar el hueco a partir de las personas implicará decisiones muy impopulares políticamente, esto augura dos meses de candentes debates en el Congreso. Lastimosamente, se está perdiendo otra oportunidad de una reforma tributaria estructural.
(Esta columna de opinión fue publicada en el diario El País de Cali el 17 de octubre.)
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