En la década de los 60 Cali y el Valle vivieron la primera gran ola de inversión extranjera que transformó la ciudad y la región trascendentalmente. Después de esa década, la economía vallecaucana no fue la misma. El aparato productivo se modernizó y transformó en ejemplo de un proceso de industrialización a nivel nacional e internacional.
La pujanza de nuestra región durante los años 70 en gran medida se debe a la llegada de la inversión extranjera. Pero no sólo fue importante la apertura de nuevas plantas sino también el arribo a la región de nuevas prácticas empresariales y el desarrollo del capital humano en la región gracias a la presencia de las firmas extranjeras.
Lastimosamente la llegada de la inversión extranjera a nuestra región no continuó con el mismo ritmo y en la segunda parte de la década del 90 e inicios de este siglo la tendencia se revirtió y algunas empresas migraron de la región. Esto se produce en un momento en que la economía mundial presenta una tendencia a globalizarse y la inversión extranjera se hace aún más común alrededor del mundo de lo que había sido en las décadas anteriores. Sin embargo, es paradójico que en una época en que está de moda la inversión extranjera directa y en la que el país se ha vuelto atractivo para los inversionistas extranjeros, el Valle del Cauca no esté experimentando una avalancha de inversionistas.
Las ventajas de establecerse en el Valle del Cauca parecen casi obvias para los vallecaucanos. La proximidad a la cuenca del Pacífico y la cercanía a grandes mercados como los de Bogotá y Medellín, nuestra malla vial y la relativamente alta disponibilidad de mano de obra calificada en la región son evidentes. Pero lastimosamente, en el mundo competitivo de hoy, tener esas ventajas no es suficiente. Además se necesita un ambiente institucional propicio para que los inversionistas lleguen a la región, se necesita crear el ambiente de negocios adecuado y comunicarlo en todas las esquinas del mundo. El sector público, así como el privado, tiene que ponerse de acuerdo para facilitar la instalación de nuevas empresas y para promocionar la región.
Hoy en día, literalmente, todo el mundo se encuentra compitiendo por atraer inversión que genere empleo. Esto lo han entendido desde hace unos años ciudades como Bogotá, Medellín y Barranquilla. Por ejemplo, Barranquilla creo Pro Barranquilla, una institución privada para promocionar la ciudad y facilitar la llegada de inversión a la ciudad. En Medellín el sector público creo ACI Medellín y en Bogotá se constituyó una institución de carácter mixto Invest in Bogotá.
Los frutos de estas agencias de promoción no se han visto esperar. La inversión ha llegado a esas regiones con mayor dinamismo que a la nuestra. No basta con que estemos más cerca que esas ciudades de los mercados de los países de la cuenca del pacífico, no basta con tener la mejor infraestructura vial del país, no basta con tener una tradición de ser una región que acoge las migraciones. Es imperativo que nuestra región salga a vender sus bondades en todo el mundo, esta es la única forma que podremos recuperar las oportunidades de negocio que estamos perdiendo.
Tal vez la nueva agencia de promoción de Inversión del Valle del Cauca no será garantía de que llegué nuevas inversiones a la región y se genere de nuevo empleo de calidad. No obstante, esta nueva agencia sí llega en buen momento y nivela el terreno de juego. Terreno de juego que teníamos desnivelado en nuestra contra y en favor de Bogotá, Medellín y Barranquilla, por solo mencionar algunas ciudades del país.
En buena parte el futuro de nuestra región y del empleo productivo de la ciudad dependerá del éxito que tenga esta nueva agencia para promocionar nuestra región como un destino de inversión. Necesitamos una nueva ola de inversión para vivir nuevamente años de prosperidad y pujanza como se vivieron a principios de la década del 70.
(Este artículo de opinión fue publicado en el Diario el País de Cali el martes 19 de Octubre de 2010)
martes, 19 de octubre de 2010
jueves, 7 de octubre de 2010
Premio Nobel de economía 2010...se abren las apuestas.
Esta es la época del año en que los economistas del todo el mundo hacemos cábalas sobre quien o quienes serán los receptores del premio nobel en economía. Este próximo lunes 11 de octubre la Real Academia Sueca de Ciencias anunciará el ganador del premio más importante que puede recibir un economista.
Hasta la popular serie de los Simpsons, en el capítulo de estreno de la nueva temporada emitido el domingo pasado, en la primera escena tratan de adivinar el ganador de este Nobel. Según los escritores de los Simpsons el ganador sería Jagdish Bhagwati. Bhagwati es un economista indio muy conocido por su trabajo en el comercio exterior y su defensa del libre comercio.
En mi opinión, difícilmente los Simpsons acertarán en esta ocasión. El año pasado, la crisis económica y la caída de los mercados financieros parecen haber influenciado la elección de los ganadores de este premio. Parecía imposible otorgar el premio a un economista o un grupo de ellos que su trabajo estuviera relacionado con el libre mercado o con demostrar la eficiencia de los mercados. Así fueron elegidos como ganadores los profesores Ostrom y Williamson conocidos por sus aportes en estudiar cómo se realizan decisiones económicas por fuera de los mercados. Además la profesora Ostrom se convirtió en la primera mujer en ganar el premio Nobel.
Este año, parece muy probable que la elección del premio Nobel esté por la misma onda, fuera de temas en los que parecería los aportes de la teoría económica parecen quedarse cortos. Por ejemplo, difícilmente economistas que trabajen en modelos expliquen el desarrollo económico o el comportamiento de la economía como un todo. Es decir, economistas como Robert J. Barro (uno de los pioneros de la nueva macroeconomía clásica) o Paul Romer (más conocido por mostrar la importancia del cambio tecnológico en el crecimiento de la economía). Ni pensar en economistas que trabajan en mostrar y defender la eficiencia de los mercados financieros como Eugene Fama y Kenneth French, estos últimos tendrán que esperar por lo menos una década para ser reconsiderados como posibles receptores del premio.
Mi apuesta va por el lado de economistas que estudien fenómenos sociales o aspectos de la realidad que tradicionalmente no han sido galardonados. Por ejemplo, el profesor William Nordhaus conocido por su trabajo en economía ambiental en especial en entender y mitigar el calentamiento global por medio de herramientas económicas o el profesor Kevin M. Murphy por su trabajo pionero en temas como desigualdades salariales, demanda de empleo y retorno a la inversión en investigación médica.
En todo caso, acertar en el nuevo premio nobel en economía ha sido siempre una tarea difícil, y en especial el año pasado y este, adivinar el ganador se ha convertido en una tarea casi que imposible. La recesión del año anterior y la caída del mercado financiero han quitado del escenario una buena cantidad de candidatos naturales. Lo único cierto es que los economistas tendremos un par de días en los que la frivolidad de quien se convierte en el próximo premio Nobel nos distraerá un poco de discusiones más trascendentales sobre el futuro de la economía global y el dólar.
En el siguiente link se puede encontrar un interesante link a un sitio de apostadores https://www.ipredict.co.nz/app.php?do=browse&cat=99
Hasta la popular serie de los Simpsons, en el capítulo de estreno de la nueva temporada emitido el domingo pasado, en la primera escena tratan de adivinar el ganador de este Nobel. Según los escritores de los Simpsons el ganador sería Jagdish Bhagwati. Bhagwati es un economista indio muy conocido por su trabajo en el comercio exterior y su defensa del libre comercio.
En mi opinión, difícilmente los Simpsons acertarán en esta ocasión. El año pasado, la crisis económica y la caída de los mercados financieros parecen haber influenciado la elección de los ganadores de este premio. Parecía imposible otorgar el premio a un economista o un grupo de ellos que su trabajo estuviera relacionado con el libre mercado o con demostrar la eficiencia de los mercados. Así fueron elegidos como ganadores los profesores Ostrom y Williamson conocidos por sus aportes en estudiar cómo se realizan decisiones económicas por fuera de los mercados. Además la profesora Ostrom se convirtió en la primera mujer en ganar el premio Nobel.
Este año, parece muy probable que la elección del premio Nobel esté por la misma onda, fuera de temas en los que parecería los aportes de la teoría económica parecen quedarse cortos. Por ejemplo, difícilmente economistas que trabajen en modelos expliquen el desarrollo económico o el comportamiento de la economía como un todo. Es decir, economistas como Robert J. Barro (uno de los pioneros de la nueva macroeconomía clásica) o Paul Romer (más conocido por mostrar la importancia del cambio tecnológico en el crecimiento de la economía). Ni pensar en economistas que trabajan en mostrar y defender la eficiencia de los mercados financieros como Eugene Fama y Kenneth French, estos últimos tendrán que esperar por lo menos una década para ser reconsiderados como posibles receptores del premio.
Mi apuesta va por el lado de economistas que estudien fenómenos sociales o aspectos de la realidad que tradicionalmente no han sido galardonados. Por ejemplo, el profesor William Nordhaus conocido por su trabajo en economía ambiental en especial en entender y mitigar el calentamiento global por medio de herramientas económicas o el profesor Kevin M. Murphy por su trabajo pionero en temas como desigualdades salariales, demanda de empleo y retorno a la inversión en investigación médica.
En todo caso, acertar en el nuevo premio nobel en economía ha sido siempre una tarea difícil, y en especial el año pasado y este, adivinar el ganador se ha convertido en una tarea casi que imposible. La recesión del año anterior y la caída del mercado financiero han quitado del escenario una buena cantidad de candidatos naturales. Lo único cierto es que los economistas tendremos un par de días en los que la frivolidad de quien se convierte en el próximo premio Nobel nos distraerá un poco de discusiones más trascendentales sobre el futuro de la economía global y el dólar.
En el siguiente link se puede encontrar un interesante link a un sitio de apostadores https://www.ipredict.co.nz/app.php?do=browse&cat=99
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¿Quitar ceros a los billetes?
En el congreso están en trámite varios proyectos de Ley que tienen implicaciones fiscales y que podrían tener efecto sobre las finanzas públicas del país. Entre estos proyectos está el de la creación del Nuevo peso colombiano. Este proyecto de Ley tiene como objetivo crear una nueva moneda para Colombia. La idea es quitarle 3 ceros a todos los precios, facturas, monedas y billetes. Así, de ser aprobado el proyecto de Ley, un salario mensual de 1,000,000 de pesos sería de 1,000 nuevos pesos y por ejemplo un billete de 50 mil pesos sería remplazado por un billete de 50 nuevos pesos.
Este tipo de medidas usualmente se implementan en países que tienen fuertes procesos inflacionarios en los cuales los precios crecen tanto que la cantidad de ceros hacen inmanejable cualquier cálculo cotidiano. La medida se emplea convencionalmente para disminuir los costos en que incurren los ciudadanos para llevar la contabilidad y para simplificar la vida. En otros casos, se emplea como una medida desesperada para frenar la inflación. Para no ir muy lejos, México adoptó una medida similar a partir del primero de enero de 1993, tras experimentar una fuerte inflación durante los años ochenta y no poder realizar sus pagos de deuda externa en 1982. Por otro lado, nuestro vecino Venezuela estrenó el Bolívar fuerte el primero de enero de 2008. En últimas, el Bolívar fuerte implicó lo mismo que se espera con el proyecto de Ley en Colombia, quitarle tres ceros a todos los precios. Bueno, y la historia de la economía venezolana es bien conocida. La verdad no parece que este cambio haya cambiado algo sustancial en el maltrecho aparato productivo del vecino o haya frenado la inflación relativamente alta.
¿Es conveniente esta medida para Colombia? ¿Para qué la medida? La verdad es que si se adopta la medida no es para disminuir la inflación. El crecimiento de los precios está controlado. ¿Para facilitar el cálculo de las personas y la contabilidad? Puede ser. Pero, ¿vale la pena?
Según un estudio reciente del Banco de la República, la medida tendría un costo de 22 mil millones de pesos. Estos costos implican la elaboración de nuevas planchas para los nuevos billetes y la impresión de los mismos, así como nuevos moldes para las monedas y la acuñación de éstas. También las campañas educativas para explicarle a toda la ciudadanía lo que ocurrirá y que realmente no tendrá muchos efectos prácticos. Si la Ley fuese aprobada, con seguridad se necesitarán un período de dos a cuatro años para que se realice finalmente la transición entre el peso actual y el nuevo peso colombiano. En ese periodo estaríamos empleando los billetes y monedas actuales y los nuevos sin los tres ceros. Esto podrá causar alguna confusión, pero finalmente nos acostumbraremos.
De hecho, si hay un momento adecuado para hacer el cambio y quitar los tres ceros sería ahora. Pero me surgen varias preguntas. ¿No sería mejor que el congreso discutieras proyectos de Ley que resuelva problemas estructurales de la economía colombiana? ¿Esos de 22 mil millones de pesos no estarían mejor invertidos en otros asuntos? ¿A caso no hay otros problemas más apremiantes como el empleo o la revaluación? La verdad no es claro porque el Congreso tiene que destinar su tiempo a una Ley tan inocua cuando existen otras prioridades y reformas estructurales prioritarias.
(Este artículo de opinión fue publicado en el diario el País de Cali el 7 de octubre de 2010)
Este tipo de medidas usualmente se implementan en países que tienen fuertes procesos inflacionarios en los cuales los precios crecen tanto que la cantidad de ceros hacen inmanejable cualquier cálculo cotidiano. La medida se emplea convencionalmente para disminuir los costos en que incurren los ciudadanos para llevar la contabilidad y para simplificar la vida. En otros casos, se emplea como una medida desesperada para frenar la inflación. Para no ir muy lejos, México adoptó una medida similar a partir del primero de enero de 1993, tras experimentar una fuerte inflación durante los años ochenta y no poder realizar sus pagos de deuda externa en 1982. Por otro lado, nuestro vecino Venezuela estrenó el Bolívar fuerte el primero de enero de 2008. En últimas, el Bolívar fuerte implicó lo mismo que se espera con el proyecto de Ley en Colombia, quitarle tres ceros a todos los precios. Bueno, y la historia de la economía venezolana es bien conocida. La verdad no parece que este cambio haya cambiado algo sustancial en el maltrecho aparato productivo del vecino o haya frenado la inflación relativamente alta.
¿Es conveniente esta medida para Colombia? ¿Para qué la medida? La verdad es que si se adopta la medida no es para disminuir la inflación. El crecimiento de los precios está controlado. ¿Para facilitar el cálculo de las personas y la contabilidad? Puede ser. Pero, ¿vale la pena?
Según un estudio reciente del Banco de la República, la medida tendría un costo de 22 mil millones de pesos. Estos costos implican la elaboración de nuevas planchas para los nuevos billetes y la impresión de los mismos, así como nuevos moldes para las monedas y la acuñación de éstas. También las campañas educativas para explicarle a toda la ciudadanía lo que ocurrirá y que realmente no tendrá muchos efectos prácticos. Si la Ley fuese aprobada, con seguridad se necesitarán un período de dos a cuatro años para que se realice finalmente la transición entre el peso actual y el nuevo peso colombiano. En ese periodo estaríamos empleando los billetes y monedas actuales y los nuevos sin los tres ceros. Esto podrá causar alguna confusión, pero finalmente nos acostumbraremos.
De hecho, si hay un momento adecuado para hacer el cambio y quitar los tres ceros sería ahora. Pero me surgen varias preguntas. ¿No sería mejor que el congreso discutieras proyectos de Ley que resuelva problemas estructurales de la economía colombiana? ¿Esos de 22 mil millones de pesos no estarían mejor invertidos en otros asuntos? ¿A caso no hay otros problemas más apremiantes como el empleo o la revaluación? La verdad no es claro porque el Congreso tiene que destinar su tiempo a una Ley tan inocua cuando existen otras prioridades y reformas estructurales prioritarias.
(Este artículo de opinión fue publicado en el diario el País de Cali el 7 de octubre de 2010)
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